viernes, 7 de junio de 2013

Un 10 redondo para Diario de un cuerpo de Daniel Pennac

El entusiasmo de mis compañeros del Club de lectura al escuchar que leeríamos un libro de Daniel Pennac quedó totalmente justificado cuando leí este Diario de un cuerpo.
El libro cuenta la historia de un cuerpo, el de un hombre, desde la niñez hasta la muerte.  El protagonista hace un inventario de todos los cambios que sufre su cuerpo a lo largo de toda su vida, obviamente, es imposible que en este inventario no se cuelen detalles sobre su familia, sus relaciones, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus médicos, su mujer, sus hijos, sus nietos y finalmente sus bisnietos.
El autor capta perfectamente la esencia de un diario íntimo escribiendo  un relato profundamente honesto y personal que aunque algunas veces resulte escatológico e incluso desagradable, capta con precisión pensamientos  que probablemente nadie se atrevería a poner por escrito.
A pesar de los altos y bajos, de los traumas y de las muertes, la vida del protagonista es una vida feliz, la de un hombre que logra superar los traumas de una infancia difícil y remonta con tan buena estrella que termina –en el sentido literal de la palabra- siendo feliz y sintiéndose completo, a pesar de la ausencia de su queridísimo nieto, que le marca profundamente y cuya ausencia –desde mi punto de vista- marca el  momento en el que empieza su verdadera vejez, el instante en el que empieza la cuenta atrás de los días que le quedan de vida.
Esperé impaciente a que llegara a los 34 años –mi edad- para ver si él tenía algunas de las “goteras” que yo creía normales a partir de los 30; no obstante, al llegar, comprobé que él a los 34 ¡estaba como una rosa!   Pensando en mis propias “goteras”, incrédula tuve que rendirme a la evidencia de que es verdad lo que el protagonista afirma: los deportistas terminaremos bastante peor que los sedentarios, de hecho, la mayoría de mis goteras son deportivas, anemia de deportista, bradicardia, tensión baja, sacro rotado...Lo malo, es que el deporte es mucho peor que el tabaco, no se puede dejar así de fácil, ni hay parches de euforia-de-llegada-a-la-meta ni de he-nadado-un-mil-sin-despeinarme…mal asunto!
Leí las últimas páginas una a una, con cuentagotas, porque no quería que terminase; me quedé al final con las ganas de que este mismo personaje formidable hubiera escrito un diario, no de su cuerpo sino de su vida, porque las pinceladas sobre su familia, sobre sus lecturas y su trabajo, me supieron a poco, pero claro, este era sólo el diario de un cuerpo.

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