domingo, 29 de julio de 2012

Diario de Invierno de Paul Auster, un 9!

"Estornudar y reír, bostezar y llorar, eructar y toser, rascarte las orejas, frotarte los ojos, sonarte la nariz, carraspear, morderte los labios, pasarte la lengua por la parte de atrás de los dientes de abajo, tiritar, peerte, tener hipo, enjugarte el sudor de la frente, pasarte la mano por el pelo: ¿cuántas veces has hecho esas cosas? ¿cuántos encontronazos con los dedos de los pies, cuántas veces te has machacado los dedos de las manos y cuántos golpes en la cabeza? ¿Cuántos traspiés, resbalones y caídas? ¿cuántos parpadeos de los ojos? ¿cuántos pasos dados? ¿cuántas horas pasadas con la pluma en la mano? ¿cuántos besos dados y recibidos?


Abrazando a tus hijos pequeños.


Abrazando a tu mujer."


Es así como casi termina Diario de invierno, mi primer libro de Paul Auster y es este casi último párrafo el que capta la esencia del libro, una autobiografía, contada en segunda persona, como si saliera de su cuerpo y tomara distancia para contar su vida analizando desde fuera  los acontecimientos más importantes vividos en los últimos 64 años, antes de entrar en lo que él llama el "invierno" de su vida.

No me enganchó desde la primera página, me irritaba un poco que contara su vida en segunda persona, como un agente externo, un amigo, un vecino curioso, un padre o una madre que la vio pasar y ahora se dispone a contar los acontecimientos importantes, los detalles relevantes, pero también las pequeñas cosas que a veces pasan inadvertidas pero que son realmente las que hacen de la vida lo que es.

No obstante, a las pocas páginas la historia se vuelve tan interesante que poco importa en qué persona o tiempo verbal esté narrada, sólo quieres seguir y seguir leyendo, saber qué es lo que va a pasar o cuál va a ser el desenlace de cada acontecimiento de la vida de Paul, acontecimientos que se suceden y se superponen tan sutil y suavemente que a veces pierdes de vista el momento cronológico del que está hablando.

Siempre he pensado que la vida está mal "programada", nos equivocamos mucho cuando somos jóvenes, cuando las fuerzas no flaquean y tenemos el cuerpo a punto para vivir intensamente, en cambio, cuando hemos aprendido de nuestros fallos y equivocaciones y de las de los demás, las fuerzas empiezan a flaquear, el cuerpo ya no es lo que era y debemos ser cautos, precisamente ahora que tenemos la experiencia para comernos el mundo a bocados.  La vida es así y está hecha de esta manera porque las equivocaciones, los errores y las faltas de juicio son las que la hacen tan diferente y tan entretenida, aunque terminemos añorando haber hecho esto o aquello, haber perdonado a ese amigo, haber sido menos egoístas y egocéntricos, menos críticos con nuestros padres, más afectuosos con nuestros compañeros...en fin, este Diario de Invierno habla de la vida de Paul Auster pero incluye entre sus líneas una serie de enseñanzas vitales imposibles de pasar por alto.  La más importante de ellas, para mí, es la tomada prestada de Joubert: "Hay que morir inspirando amor (si se puede)" preciosa reflexión que no solamente habla de lo que hay que hacer sino que con una profunda humildad se hace cargo de la condición humana añadiendo ese "(si se puede)".


Es un libro precioso, perfecto, no digo más.

Transcribo eso sí unas líneas que leí en voz alta a un Juanma medio dormido porque la historia del gran amor de la vida de Paul Auster se parece demasiado sospechosamente a la historia del gran amor de nuestras vidas...aunque me imagino que se parece bastante a todas las historias de todos los grandes amores del mundo:

"Poco a poco, a medida que fuiste conociéndola un poco mejor durante las semanas siguientes, descubriste que coincidíais en casi todo lo importante.  Vuestras inclinaciones políticas eran las mismas, los libros que os interesaban eran en su mayor parte los mismos y manteníais posturas similares con respecto a lo que os interesaba en la vida: amor, trabajo e hijos; con el dinero y las propiedades muy abajo en la lista.  Para gran alivio tuyo vuestras personalidades eran muy distintas.  Ella reía más que tú, era más libre y extrovertida, más cordial que tú,  y sin embargo, en el fondo de todo, en el punto más profundo donde os articulabais, tenías la impresión de haber encontrado otra versión de ti mismo pero más plenamente evolucionara, más plenamente capaz de expresar lo que tú guardabas en tu interior, una persona más sana.  La adorabas y por primera vez en tu vida, la persona a quien idolatrabas te correspondía. Procedíais de mundos diferentes (...) pero sólo dos meses y medio después de vuestro casual encuentro del 23 de febrero de hace treinta años, decidisteis iros a vivir juntos.  Hasta entonces te habías equivocado en todas las decisiones tomadas en asuntos de mujeres; pero esta vez no".

No hay comentarios:

Publicar un comentario