viernes, 18 de noviembre de 2011

Un 10 para Cien Años de Soledad (What else is new?...)

Lo leí por primera vez a los 16 años y me encantó; recuerdo haberme hecho un esquema en el que iba apuntando cada uno de los personajes conforme aparecían.  Se trataba de una edición de lujo, sacada de la biblioteca de mi padre, la recuerdo porque dejé el esquema, de mi puño y letra, adherido a una de las tapas para reencontrarlo cuando lo volviera a leer.  No he tenido tanta suerte, ese ejemplar está demasiado lejos y probablemente lo haya “heredado” alguno de mis hermanos o sobrinos…esta vez he leído Cien Años de Soledad combinando una versión de pdf (alabados sean los libros electrónicos!) y un libro amarillento perteneciente a una colección de literatura iberoamericana que es uno de los tres ejemplares de esta novela que tengo en casa.
No obstante las formas, da igual cuántas veces se lea, Cien Años de Soledad es uno de los mejores libros del mundo, un libro que no se puede dejar de leer.  Si bien es verdad que no sobra ni una coma, que ninguna palabra está fuera de lugar y que no hay un solo acontecimiento que pueda ser obviado, para mi hay un capítulo especialmente inolvidable: el que narra los inicios de la ceguera de Úrsula; no digo más, si no tenéis tiempo de leer la novela completa, leed este capítulo y leed también este otro, se me ponen los pelos de punta sólo de recordarlo:
“Aureliano no había sido más lúcido en ningún acto de su vida que cuando olvidó sus muertos y el dolor de sus muertos, y volvió a clavar las puertas y las ventanas con las crucetas de Fernanda para no dejarse perturbar por ninguna tentación del mundo, porque entonces sabía que en los pergaminos de Melquíades estaba escrito su destino. Los encontró intactos, entre las plantas prehistóricas y los charcos humeantes y los insectos luminosos que habían desterrado del cuarto todo vestigio del paso de los hombres por la tierra, y no tuvo serenidad para sacarlos a la luz, sino que allí mismo, de pie, sin la menor dificultad, como si hubieran estado escritos en castellano bajo el resplandor deslumbrante del mediodía, empezó a descifrarlos en voz alta. Era la historia de la familia escrita por Melquíades hasta en sus detalles más triviales, con cien años de antici-pación.

La había redactado en sánscrito, que era su lengua materna, y había cifrado los versos pares con la clave privada del emperador Augusto, y los impares con claves militares lace- emonias.

La protección final, que Aureliano empezaba a vislumbrar cuando se dejó confundir por el amor de Amaranta Úrsula, radicaba en que Melquíades no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que concentró un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en un instante. Fascinado por el hallazgo, Aureliano leyó en voz alta, sin saltos, las encíclicas cantadas que el propio Melquíades le hizo escuchar a Arcadio, y que eran en realidad las predicciones de su ejecución, y encontró anunciado el nacimiento de la mujer más bella del mundo que estaba subiendo al cielo en cuerpo y alma, y conoció el origen de dos gemelos póstumos que renunciaban a descifrar los pergaminos, no sólo por incapacidad e inconstancia, sino porque sus tentativas eran prematuras. En este punto, impaciente por conocer su propio origen, Aureliano dio un salto. Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces. No lo advirtió porque en aquel momento estaba descubriendo los primeros indicios de su ser, en un abuelo concupiscente que se dejaba arrastrar por la frivolidad a través de un páramo alucinado, en busca de una mujer hermosa a quien no haría feliz. Aureliano lo reconoció, persiguió los caminos ocultos de su descendencia, y encontró el instante de su propia concepción entre los alacranes y las mariposas amarillas de un baño crepuscular, donde un menestral saciaba su lujuria con una mujer que se le entregaba por rebeldía. Estaba tan absorto, que no sintió tampoco la segunda arremetida del viento, cuya potencia ciclónica arrancó de los quicios las puertas y las ventanas, descuajó el techo de la galería oriental y desarraigó los cimientos. Sólo entonces descubrió que Amaranta Úrsula no era su hermana, sino su tía, y que Francis Drake había asaltado a Riohacha solamente para que ellos pudieran buscarse por los laberintos más intrincados de la sangre, hasta engendrar el animal mitológico que había de poner término a la estirpe. Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si se estuviera viendo en un espejo hablado Entonces dio otro salto para anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”
Magnífico!!
Sólo un apunte más: vale la pena leer “Vivir para contarla” libro autobiográfico del mismo autor antes de releer Cien Años de Soledad, si lo hacéis así, os llevaréis más de una sorpresa.

Un 4 para Cosmofobia



Se trata de un libro sobre historias cruzadas de gente común y corriente y de gente no tan común ni tan corriente; una vez que el lector –en este caso yo- descubre las relaciones entre las personas que conforman el universo de Cosmofobia, empieza a pasárselo mejor y a entender más o menos bien a qué venían ciertos pasajes de las páginas anteriores.
Se trata de un libro simple, llano en todo el sentido de la palabra; no se requieren conocimientos previos sobre nada para leerlo, las historias son fáciles de entender y asimilar y enganchan,  sin duda, desde la primera página. 
Para un lector no avisado, que lo que busque sea simplemente pasar el rato, puede pasar por un buen libro, sin embargo, para alguien con unas expectativas algo más elevadas, no llega siquiera a la categoría de un libro que merezca ser terminado.  Yo lo terminé y bastante rápido, pero más que nada, porque no quería esbozar una crítica mordaz sin el suficiente conocimiento de causa.
No sé si por hacerse eco de los prejuicios dominantes en la sociedad española o porque la autora efectivamente piensa de ese modo, el resultado es un libro impregnado de prejuicios raciales y nacionales que llega incluso a resultar ofensivo. La autora encasilla a cada grupo inmigrante en un compartimento estanco del que no es posible escapar, dado que repite una y otra vez su parecer acerca de “los marroqíes” “las ecuatorianas” (siempre en femenino…no deja de ser interesante), “los colombianos”, “los argentinos”, “los negritos”, etc. Todos los cuales actúan de una determinada manera dependiendo de su lugar de nacimiento y sin importar su trayectoria vital ni su formación dado que obviamente, los inmigrantes son eso, inmigrantes atemporales sin historia, sin pasado y obviamente sin formación.
Cuando llevas leídas tres cuartas partes del libro, la autora empieza a perderse y a perder la conexión entre los personajes, aparecen nuevos personajes que nada tienen que ver con los originales y nuevas historias que nada tienen que ver con las anteriores.  El libro termina con una truculenta historia donde como no podía ser de otra manera, una mafia de marroquíes hace de las suyas…si es que -según la autora- con los marroquíes ya se sabe…
Lo que es incomprensible es cómo una escritora, que se podría suponer que es una persona formada y estudiada pueda tener unas miras tan cortas como para creer que todos los marroquíes son delincuentes, todas las ecuatorianas son mujeres maltratadas y todas las españolas son elegantes (¡”·$%&/()
Pues bien, aunque mi pasaporte ponga que soy española, también soy ecuatoriana y para pasmo de Lucía Etxebarría tengo dos licenciaturas y voy a por la tercera,  tengo un título de master,  un DEA y voy a por el doctorado, soy bilingüe y hablo con bastante corrección y soltura otros dos idiomas, jamás uso vaqueros que no sean de mi talla, de hecho, visto bastante bien –no lo digo sólo yo- y mi novio además de no maltratarme, comparte las tareas domésticas y cocina bastante mejor que yo. 
Un cuatro para Cosmofobia…que hoy me he levantado generosa…