jueves, 12 de enero de 2012

Un 8 para "De parte de la Princesa Muerta"

Lo leí por segunda vez para preparar un viaje a Turquía y volvió a sorprenderme y encantarme.
A pesar de lo infantil y simple de la historia, es indudable que el libro atrapa, manteniendo la atención hasta la última página.
Se trata de la vida de una princesa otomana, desde la cuna hasta la muerte, en tiempos de la secularización y occidentalización de Turquía.  La autora combina estupendamente bien el relato de la vida de Selma, hija de una princesa imperial y nieta de un califa, con un recuento detallado de los sucesos históricos acaecidos en Turquía, Líbano e India a lo largo de la vida de la princesa.  El recuento se hace, obviamente, desde el punto de vista de la princesa, que es el de la autora, misma que al final se revelará sorprendentemente cercana a ella.  No obstante la parcialidad del punto de vista, resulta interesantísimo conocer la historia reciente de Turquía “desde dentro” más aún cuando su lectura se ameniza con la de los pormenores de la vida de Selma, nuestra tristísima e inolvidable princesa que no llega nunca a encontrar su lugar, no es feliz por más de media página y vive casi treinta años añorando tiempos y lugares remotos.
La personalidad de Selma a veces inspira compasión, a veces dulzura y las más de las veces, un sincero deseo de sacudirle sus remilgos infantiles e invitarle a vivir por alguien que no sea ella misma, difícilmente encontraremos una personalidad más egoísta e infantil en la literatura o la vida.
Viajando por Turquía y encontrando a cada paso imágenes de Ataturk, el libro se convierte en un compañero de viaje insuperable.  En relación con Mustafá Kamal, Rosa de oro o Ataturk, Selma pasa del amor más apasionado al odio más embravecido, lo que resulta curioso cuando más de medio siglo después las calles, plazas e instituciones públicas exhiben con orgullo fotos, bustos y estatuas del “Padre de Turquía” y lo que es aún más significativo, en pleno siglo XXI, los turcos defienden a capa y espada no sólo la bondad y bravura de su “padre” sino además su buen ver!
La ciudad de Estambul que Selma añora se mantiene intacta a nuestros ojos: es verdad que el Bósforo presenta un paisaje hermoso pero tristísimo al mismo tiempo, que Ortakoy es un palacio modesto pero hermoso, que desde las ventanas de Dolmabahce se puede ver el perfil inconfundible de la ciudad, es verdad que Estambul tiene un aire melancólico y decadente que ni siquiera sus anchas avenidas y sus rascacielos logran disimular.
En definitiva, un buen libro, de esos que apetece leer en las horas bajas y los “domingos sin deberes”, nada serio, pero en su estilo, merecedora de un 8.